Diario de Escritura: expresiones, gestos y rostros
Revivir fotos viejas genera sensaciones raras. Extrañitis, como le digo yo, o nostalgia, como le dice el resto de los mortales. Sumado a felicidad de un momento único capturado por un lente que no entiende de emociones. Y ni hablar de ese "te acordáááás?" así, alargando y enfatizando la a. Ese mejunje de sentimientos me atravesó cuando vi una foto de mis dos abuelos en Mar del Plata justo el verano antes a la pandemia. Felicidad en sus rostros, llenos de arrugas que demuestran el paso de los años pero también las vivencias que recorrieron juntos, de la mano, hace ya más de 50 años. Mi abuelo, o zeide como le digo yo, con anteojos y gorra para que el sol de verano no le quemé la piel, y con su sonrisa sin dientes que muestra lo feliz que está de que su nieta veranee con él. Mi abuela (mi bobe, en realidad) con una sonrisa tan parecida a la de mi mamá que hasta asusta, con su pelo teñido (aunque ya estaban empezando a aparecer esos pelitos blancos prisioneros del tiempo) y su