Diario de Escritura: expresiones, gestos y rostros

 Revivir fotos viejas genera sensaciones raras. Extrañitis, como le digo yo, o nostalgia, como le dice el resto de los mortales. Sumado a felicidad de un momento único capturado por un lente que no entiende de emociones. Y ni hablar de ese "te acordáááás?" así, alargando y enfatizando la a. Ese mejunje de sentimientos me atravesó cuando vi una foto de mis dos abuelos en Mar del Plata justo el verano antes a la pandemia. Felicidad en sus rostros, llenos de arrugas que demuestran el paso de los años pero también las vivencias que recorrieron juntos, de la mano, hace ya más de 50 años. Mi abuelo, o zeide como le digo yo, con anteojos y gorra para que el sol de verano no le quemé la piel, y con su sonrisa sin dientes que muestra lo feliz que está de que su nieta veranee con él. Mi abuela (mi bobe, en realidad) con una sonrisa tan parecida a la de mi mamá que hasta asusta, con su pelo teñido (aunque ya estaban empezando a aparecer esos pelitos blancos prisioneros del tiempo) y su metro cincuenta. Recuerdo aún cuando me pidieron que les saque esa foto en una casa que estaba llena de flores violetas, rosas, azules y verdes, flores tan hermosas y perfectas dignas de una pintura. Me pidieron que nos saquemos los tres pero nadie en la calle podía retratarnos así que, después de la famosa selfie, les dije que posen ellos, que yo quería tener una foto para mí. Y así lo hicieron, con la más amplia sonrisa de quien disfruta los últimos días de playa y paseos con su familia. 

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Este relato lo escribí una noche de inspiración, tirada en mi cama y luego de haber terminado un libro, de esos que pasan sin pena ni gloria por mi ebook pero que, en alguna parte entre mi cabeza y mi corazón, dejan un halo de luz que me da el empuje que necesito para sentarme a escribir. La verdad es que, probablemente, este intento de ¿poesía? esté mal ordenado, no respete las estructuras de ningún género discursivo y demuestre que sé tan poco de poesía que ni siquiera sé si debería rimar (cosa que desde ya anticipo que no hace). Pero aquí va mi ¿poema? titulado "mi niña de ojos tristes":

de lejos pude reconocer a los ojos más tristes del salón;

no parabas de reírte y nadie se daba cuenta

que tus ojos gritaban, en silencio, que los vayan a despertar

y nadie los veía, excepto yo

porque éramos los dos pares de ojos más tristes que jamás hubiera visto

y entre pobres personas nos encontramos.


me acerqué, te invité un trago y te dije que, 

aunque tus ojos no brillaran, 

y aunque tu sonrisa irradiaba penas que solo un pobre tipo como yo podía ver,

la tristeza se te iba a ir

y yo algún día diré que mis pobres ojos tristes supieron reconocer

a tus pobres ojos tristes entre la multitud. 

ojalá nos encontremos en otro salón, en otro bar, en otra vida

y te vuelva a invitar un trago y te diga

“mi niña de ojos tristes, te reconocí entre la multitud

porque somos los pares de ojos más brillantes del salón

y entre personas felices nos encontramos”

 

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