Cuando el texto se lee en voz alta, con una sonrisa, y cuando termina te deja con ganas de más, significa que valió la pena. Y ambos textos, aunque son cortos y concisos, dicen muchas cosas y te dejan con ganas de seguir leyendo a los autores. Ambos, aunque de forma diferente, hablan del movimiento tanto de la escritura como de la historia y del cuerpo a la hora de escribir. Hablan de la soltura con la que uno traza líneas, letras, palabras o, como en el caso de Aragon, dibujos sin sentido para nadie, excepto para él mismo. Hablan desde un lado muy personal y reflexivo. Aragon, autor que acabo de descubrir pero que, sin duda, seguiré descubriendo, habla de la necesidad imperiosa de un niño que quiere guardar sus secretos sólo para sí mismo. A pesar de los golpes y gritos que ha recibido por escribir en todo sobre lo que pueda apoyarse un lápiz (¿Quién no ha escrito en las paredes como si fueran hojas casi infinitas, llenas de espacio para dejar plasmados nuestros secretos, dibujos o g
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