Crónica individual del Parque de la Memoria

 13:17. Llego al Parque de la Memoria sufriendo porque nunca llego a ningún lado impuntual. Es más, siempre llego antes y paseo por la zona para hacer tiempo. Pienso en por qué justo hoy llegué tarde. ¿Habrá sido el último sorbo del café con leche que hizo que me pierda el colectivo? O quizás el saludo a mis perros que siempre dura más de lo necesario. Pienso en que quizás, inconscientemente, no quería afrontarme al lugar lleno de recuerdos, lleno de revolución, lleno de nombres que no conozco pero me estremecen el corazón. Llego y escucho los saludos de mis compañeros. Le doy un beso a algunos que conozco, choco el codo con los que sólo vi de su cuello para arriba y a los que me cuesta reconocerlos sin el fondo de su habitación.

Tiemblo. El río está al lado y puedo sentir cómo el viento me para los pelos del brazo. Me resulta inevitable pensar en ellos y pensarme a mí. ¿Habrán tenido frío? ¿Habrán amado su carrera como la amo yo? ¿Luchaban por un mundo mejor? ¿Soñaban con eso? Y la peor pregunta, la que me hace estremecer, la que logra que, por un momento, mi cabeza divague entre ese mar de nombres en la pared: ¿Qué les paso?


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