2016 - momento de quiebre

Consigna: a partir de la lectura de los cuentos breves de Cristian Billardi, encontrar 5 momentos de "quiebre" o pérdida (propios o que les hayan contado o que hayan presenciado), puede tener que ver con una muerte, una separación, dejar atrás algo, una enemistad, etc. Contar uno de ellos en un cuento/texto narrativo de una carilla. Atender sobre todo al uso de la elipsis (lo que no se cuenta) y a los detalles significativos. 

2016

El día que nos conocimos había ido por primera vez a Dorja y no conocía a nadie. Entré con mucho miedo un sábado de marzo, y, mientras veía a muchos chicos de diferentes edades jugando y corriendo por todos lados, una chica bastante más grande se me acercó. Me saludo, dijo que era la coordinadora de mi grupo y me presentó a los demás. Algunos ya se conocían y se reencontraban después de todo el verano separados. Otros, como yo, éramos nuevos y teníamos que presentarnos. A mi pesar, fui la primera: pase al centro de una ronda, dije mi nombre, mi gusto de helado favorito e hice mi paso de baile preferido. Casi temblaba del miedo cuando todos me miraban bailar. Las piernas me temblaban y me transpiraban las manos. Siempre me costó relacionarme con gente que no conozco, y ese día no fue la excepción. Después pasaron otros chicos nuevos, algunos siguen siendo mis amigos hasta hoy, otros fueron quedando en el camino, pero todos dejaron algún recuerdo lindo en mí. En especial, ella. Julia pasó última. Nunca tuvo miedo a nada, después descubrí que en realidad eso le mostraba a la gente. Era fuerte y se animaba a casi cualquier cosa. Brillaba. Ella no lo sabía pero todos los demás lo notábamos. Opacaba a cualquiera con su luz. "Hola, me llamo Juli, mi gusto favorito es el chocolate y me gusta bailar así", se puso a mover el cuerpo como una loca, las piernas y los brazos iban descoordinados y la cabeza le giraba como al exorcista. Julia era alta, morocha y con una sonrisa radiante. Todavía tenía algunos dientes chuecos típicos de la edad que sólo se le acomodaron con los brackets a los 14. Yo, rubia, con rulos y mucho frizz en el pelo. 

No me acuerdo la primera vez que hablé con ella. Ni la primera vez que fui a su casa, ni la primera vez que salimos a merendar juntas. Ni la primera pijamada, ni la primera pelea. Pero me acuerdo de lo rápido que se volvió mi mejor amiga. Me acuerdo de todas las mañanas que desayunaba con su familia porque me levantaba temprano en su casa y la dejaba durmiendo. Todos los sábados que venía a la mía y nos quedábamos hasta las 4 de la mañana haciendo verticales en la pared de mi habitación, y todas las noches que nuestras mamás nos retaban por estar dos horas hablando por teléfono y poniéndole apodos a los chicos que nos gustaban.

Después de 4 años de vivir juntas los fines de semana, de hablar todos los días, primero por teléfono y después por facebook. Después de irnos a Miramar juntas, y siendo la persona a la que le contaba todo lo que no podía hablar con nadie más, llegó 2016. El peor año de mi vida. Juli había entrado a la secundaria y sus amigas de la división habían empezado a venir a Dorja. Como vivía lejos, los únicos días que nos veíamos eran los fines de semana. De a poco nos empezamos a distanciar. Al principio, no nos elegíamos para armar parejas. Después, no hablábamos en todo el sábado. A lo último, ni nos saludábamos. Yo no sabía que había pasado, que había hecho. Nunca nos habíamos peleado, nunca nos dijimos nada, sólo hubo distancia. Y ella se acercó a sus amigas de la división, y yo me acerqué a otras chicas. Cada una pasaba su sábado sin la otra. Yo volvía siempre llorando porque estaba perdiendo a mi mejor amiga y no sabía por qué. Y porque no sabía qué hacer. Hablar de las cosas que me pasaban nunca fue lo mío, yo prefería dejar que las aguas se calmen y hacer como si nada. Pero esta vez era distinto, porque pasaban los sábados, las semanas y los meses, y de pronto era noviembre y yo seguía sin hablar con ella.

2016 fue el año en que hice un click. Empecé a ver a las amistades de otra forma, en especial mi relación con Juli. No es que haya sido mala, por el contrario, los mejores momentos de mi vida los pasé con ella, pero a veces nos cerrábamos entre nosotras, nos olvidábamos que existía un mundo afuera, que no sólo éramos nosotras dentro de nuestra burbuja. Entendí que las personas cambian, que a los 10 no somos los mismos que a los 14 ni a los 20, y que con ellas cambian las relaciones. También aprendí que estas se construyen de a dos, y que no podía esperar de brazos cruzados a que ella vuelva a ser mi amiga como antes.

Para los que quieren saber cómo termino esta historia, ella me llamó una noche de diciembre. Nos quedamos hablando por horas como en los viejos tiempos y llorando mucho (especialmente, yo). Al otro día nos juntamos y no, las cosas no volvieron a ser como antes. Ni ese día, ni el año siguiente. Porque en realidad, nada volvió a ser como antes. Pero sigue siendo mi mejor amiga porque en 2016 aprendí que no es necesario hablar todos los días, ni contarse todos los detalles de la semana. Es necesario mirarse y entenderse, respetarse y quererse. Saber que se puede contar con la otra, como sabés que podes contar con tu hermana a pesar de pelearse todos los días.

Por eso hoy, a pesar de que no hablemos todos los días, y que a veces no nos vemos por semanas, la única persona que sabe como me siento realmente es ella. Y a la única persona a la que le confiaría todos mis secretos es a Juli. 

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